Embriagados por la sensación de manada, se creen todas las patrañas que sus mayores les meten en la cabeza. Durante dos lustros creció escuchando las mentiras que sus mayores les contaban sobre Antonio Salas. Ni siquiera se había molestado en leer el libro por el que me habían sentenciado a muerte. Tengo una hija que usa corsé desde los 4 años. El pasado cinco de marzo, uno de esos jóvenes (tenía 9 años cuando se publicó «Diario de un skin») intentó cortarme el cuello.